Emilio de Justo. Foto: Toromedia |
Con
una sonora ovación recibió la Maestranza a dos toreros que fueron a jugársela
todo con un encierro de Victorino Martin.
Una ganadería extremeña para un duelo entre dos toreros de la misma tierra.
Pero
la tarde tuvo nombre propio: Emilio de
Justo. La dimensión que demostró y el buen toreo que realizó lo encumbró
rozando la Puerta del Príncipe.
Su
compromiso empezaba con claroscuros. Bochorno
saltó al ruedo con muchos pies, estrellándose contra el burladero y rompiéndose
el pitón por lo que tuvo que ser devuelto. En su lugar salió Verdadero, al que recibió con un
ramillete de verónicas templadas. Por abajo y con mucha despaciosidad inició el
extremeño su faena bajo el diluvio. Por este motivo, Emilio resbaló y, pese a hacerse él solo el quite, lo cogió de manera
muy fea pero sin consecuencias. El Victorino
pasaba sin humillar y quedándose corto. El extremeño cimentó una faena a base
de firmeza y temple. Con la diestra lo llevó con suavidad y con mucha personalidad.
Por el otro pitón, lo intentó con el toro se había venido ya a manos. El público
estuvo muy entregado con él y con su meritoria y seria labor.
El
toreo caro de Emilio de Justo
relució con Portezolano. Fue un toro encastado,
con clase y humillación y lo cuajó de principio a fin por ambos lados. El
cacereño lo empujó hacia adelante dejándole las telas en la cara e
imprimiéndole temple. Los muletazos brotaron con emoción y hondura. Al natural interpretó
el toreo puro que le caracteriza en su máxima expresión. La Maestranza se puso
en pie cautivada por Emilio. Una
estocada como epílogo de su obra y cortó las dos orejas.
Con
la Puerta del Príncipe entreabierta, fue a por todas en el que cerraba plaza. Lo
saludó por verónicas llevándoselo a los medios. Remató con una media antológica.
Por chicuelinas replicó al quite de Ferrera.
De forma irregular tomó la muleta por el pitón derecho. Por el izquierdo, lo consintió
e hizo que rompiera hacia adelante hasta conseguir una excelsa tanda
templadísima. El toro fue recortando el recorrido en las siguientes y acusó la
falta de fondo. La espada resbaló y no entró a la primera. Le pidieron la oreja
pero no fue no suficiente para pasear la oreja que lo alzara por la puerta de
los sueños.
Antonio Ferrera
llegó a Sevilla en una semana épica. El domingo se encerró con seis toros en
Nîmes y el lunes actuó en otro mano a mano en Logroño.
Cuidaron
mucho en los primeros compases de la lidia a Mosquero, que atisbaba la falta de fuerzas. Lo condujo a media
altura con suavidad llevándolo muy tapado para sujetarlo en la muleta. Por el
pitón izquierdo aguantó miradas y paradas exponiendo mucho. El toro pasaba
quedándose corto y echando la cara arriba al final del muletazo. Culminó con un
estoconazo.
Pobrecito tampoco
le dio muchas opciones a Ferrera. Estuvo
voluntarioso y tiró de oficio para batallar con un mansito y sin entrega.
Garañuelo fue
el que le permitió realizar lo más destacado de su paseíllo en Sevilla. Tenía
movilidad y humillación pero había que hacerle las cosas bien. Se fue a los
medios para citarlo en las distancias justas. Aprovechó las inercias del astado
y lo toreó a media altura por el pitón derecho. Por el izquierdo, se sintió más
y estuvo más templado. Dejó media estocada pero el palco no le otorgó la oreja.
Ficha
del festejo:
Plaza
de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Quinta de abono. Feria de San
Miguel. Más de media entrada del aforo permitido.
Toros
de Victorino Martín, el segundo como
sobrero, bien presentado pero de desigual de juego. Destacaron cuarto y quinto.
Antonio Ferrera (grana
y oro): ovación con saludos, silencio y vuelta tras petición.
Emilio de Justo
(nazareno y oro): ovación con saludos, dos orejas y ovación saludos tras
petición.
Saludaron
tras banderillear el primero Joao
Ferreira y Fernando Sánchez; en
el cuarto Morenito de Arlés; y en el
sexto, Pérez Valcácer y Abraham Neiro.
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