Pablo Aguado. Foto: Arjona / Pagés |
Un
cartel de toreros artistas, muy del gusto de Sevilla, abría la Feria de San
Miguel con el primer “No hay billetes” que se espera durante el ciclo. El
público recibió a la terna con una ovación, aunque fue Morante, que reaparecía tras más de dos semanas en el dique seco, el
que la compartió con sus compañeros. Como es casi habitual, al torero cigarrero
no le tocó ninguno de los dos toros de Hermanos
García Jiménez que permitieron el lucimiento. Fue el otro sevillano, Pablo Aguado, el que realizó lo más
notorio del festejo. Una faena para paladear con personalidad y temple, de esas
difícil de olvidar. Por su parte, Manzanares,
no tocó pelo por la espada.
Saludó Aguado por el palo tradicional a “Derribado”, que embistió sin brío. Fue la nota disonante del recital que daría el torero de Sevilla con el capote. Tras el primer puyazo, dibujó un quite por chicuelinas en el centro del platillo que tuvo exquisitez y armonía. Ahí no quedó todo. Realizó un segundo quite tras el paso por el caballo con unas verónicas con gran despaciosidad. En el prólogo de la obra fue a media altura, con una naturalidad excelsa, que cerró con una trincherilla para enmarcar. Aguado fue cincelando muletazos a cámara lenta con sutileza y verticalidad con la diestra. Por el izquierdo, aunque el astado hizo el amago de rajarse, lo mantuvo a base de cadencia en cada uno de los naturales. La faena fue de más a menos, no por la calidad artística de la que gozó, sino porque el de Matilla se vino abajo sin poder acompañar al torero en tan altas cotas en las que estaba rodando. Abrochó con una estocada y paseó el único trofeo del festejo.
Cerró
plaza “Descreído”, que fue muy protestado ya que perdió en varias ocasiones las
manos por la notoria falta de fuerzas antes de llegar a la muleta. Aguado lo sostuvo en ella porque el de Olga Jiménez tenía un fondo de bravura,
pero era incapaz de ir hacia adelante. El sevillano lo llevó con dulzura a
media altura para finalmente tener que abreviar.
“Principal”,
un toro bien hecho, no se empleó en el saludo de Manzanares, apretando por el pitón izquierdo. La misma tónica se
vivió en el tercio de varas, donde se le cuidó mucho. El alicantino comenzó por
doblones con mucha seguridad, mientras que su oponente respondió embistiendo
con emoción. Lo sometió desde la primera serie con la diestra por abajo,
haciendo sonar los acordes de la Banda de Tejera. En las siguientes, brilló la
ligazón, aunque faltó por momentos ajuste. Tomó la zurda, por donde el de García Jiménez tuvo ritmo, pero decidió
continuar para rematar la faena por el pitón derecho. Una actuación muy medida
con un toro que fue a más. Tenía la oreja en sus manos, pero un pinchazo previo
hizo que todo quedara en una ovación.
Al
quinto, del hierro de Olga Jiménez,
lo lanceó en los medios Manzanares, pasando
de puntillas por la sosería del animal. “Carcelario”, que llegó a derribar al
picador, pasó de puntillas por el tercio de varas. El alicantino buscó el
camino para que el animal empujara hacia adelante, pero no lo encontró. Por el
pitón derecho se desplazaba sin transmisión, mientras que por el izquierdo le
costaba más. Culminó con una estocada.
“Veraneante”,
un toro alto y de bellas hechuras, saltó al ruedo desentendido. Pasó de largó
del capote de Morante de la Puebla,
pero cuando se fijó en él le plasmó un ramillete de verónicas cargadas de
clasicismo. Le fue ganando terreno hasta llevárselo a medios para firmar el saludo
con una media de estampa. Una apertura incendiaria que a la postre resultaría
ser lo más destacado de la tarde del sevillano. El de García Jiménez se pegó una fuerte voltereta a la salida del primer
encuentro con el picador, algo que lo mermó más si cabe ya que evidenciaba la
falta de raza y de fuerzas. Galleando por chicuelinas volvió a colocar al toro
en el caballo. Inició la labor el sevillano por estatuarios con mucho ajuste. Prosiguió
fuera de las rayas de picar con una serie con la diestra en la que hubo dos
muletazos notables de mano baja. Pese a que lo mimó en todo momento, el del
hierro de Matilla rehusó la pelea y Morante tuvo que irse a por el estoque.
Lo pasaportó de un pinchazo hondo.
A “Caramelo”,
que hizo cuarto, lo lanceó en los medios sin alcanzar el lucimiento por la
falta de empuje del animal. El diestro cigarrero puso todo de su parte, pero la
falta de raza del astado de Olga Jiménez
era demasiado evidente. Ante la falta de opciones para el triunfo, terminó por
abreviar.
Ficha
del festejo:
Plaza
de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Vigésimo
segunda de abono. Cartel de “No hay billetes”. Toros de Hnos. García Jiménez (1º,
2º, y 3º) y Olga Jiménez, (4º, 5º y
6º), desiguales de presentación y juego. El 1º, escaso de raza y fuerzas; el 2º,
con movilidad y emoción; el 3º, con humillación y clase; el 4º, desrazado y con
nobleza; el 5º, falto de raza y transmisión; el 6º, con ritmo, pero sin fuerzas.
Morante de la Puebla (de grana e hilo blanco), silencio y silencio.
José María Manzanares (de sangre de toro y oro), ovación con saludos y palmas.
Pablo Aguado (de azul azafata y oro), oreja y silencio.
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